Cuento - El Mundo de los Códigos de Barras

Encerrados en su mundo de bienestar, vivían los códigos de barras que estaban satisfechos con lo mucho que tenían. No les faltaba de nada. Se dedicaban a ganar dinero sin parar, y sólo aspiraban a tener más riqueza y bienestar que nadie

Medían el valor de las cosas y de los demás según el dinero que tuvieran. Por eso les gustaba ponerse como nombre la cantidad de dinero que tuvieran en el banco. Así sus nombres eran números. «Tanto tienes, tanto vales», era su frase más frecuente. Así vivían los códigos de barras en su mundo de bienestar particular Todo parecía ir bien hasta que un día, uno de ellos, que se llamaba 788483169902, comenzó a provocar inquietud en los demás. 


Estaba insatisfecho con lo que poseía. No tenía bastante con todo lo que había acumulado. Sospechaba que había algo que le faltaba. Había escuchado que fuera de allí existía una riqueza incomparable y de incalculable valor. Así que decidió salir en su busca.  


Sin embargo, al salir de su mundo de riqueza y bienestar, se dio cuenta de que en los otros mundos lo único que existía era mucha pobreza y necesidad. Allá donde iba y miraba, no encontraba nada más que pobreza. Eran muchas las necesidades que ahora veían sus ojos. Pero al mismo tiempo, vio con asombro que había algunos códigos de barras, cuyos nombres desconocía, que se dedicaban a ayudar a los que vivían en medio de tanta pobreza y necesidad. 


Vio a uno que ayudaba a que las personas sin hogar tuvieran una casa. 

Vio a otro que ayudaba a construir un hospital para curar a los enfermos de un lugar pobre donde no había hospitales cercanos. 

Vio a otro que ayudaba a excavar pozos para que tuvieran agua potable los que no la tenían. 


Mientras veía asombrado lo que otros hacían para ayudar a los más pobres, uno que estaba haciendo una escuela le dijo: 

¿Has venido aquí sólo a mirar o a echar una mano? Me vendría bien que alguien e ayudara a terminar esta escuela para los niños que nunca han podido ir a ella. 


El código 788483169902 no pudo negarse a ello y se puso manos a la obra. 


Y mientras estaba ayudando para hacer la escuela, se dio cuenta de que, cuanto más daba de sí mismo, cuanto más compartía y daba de lo que tenía, más feliz y satisfecho se sentía. 


Tanto es así que cuando terminó la escuela, se fue a ayudar para que tuvieran energía eléctrica los habitantes de un pueblo que nunca la había tenido. 

 

Luego fue a construir una fábrica para ayudar a crear empleo para los parados, para quienes era difícil encontrar trabajo. 


De tanto ayudar a los demás, de tanto darse, el código 788483169902 ya no era el mismo, había cambiado. Sorprendentemente, cuanto más se daba, cuanto más compartía, más feliz se sentía; cuanto más ayudaba a los que vivían en necesidad, más bienestar sentía en su corazón. 


Dejó de llamarse como se llamaba, porque ya no era el dinero lo que le importaba. Había cambiado de aspecto y de forma de ser, y ahora era otro el nombre con el que quería ser llamado: SOLIDARIDAD. 


Había descubierto la riqueza que le faltaba, la riqueza de la solidaridad. Una riqueza inagotable con la que podía hacer felices a los demás ... y hacer de la tierra un cielo. 


Acababa de descubrir un mundo nuevo, el mundo de los códigos de barras que vivían más felices dando que acumulando ... y se unió a ellos. Ahora ya sabía cómo se llamaban. Para que siempre los reconozcas, estos son algunos de ellos:




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